lunes, 26 de junio de 2017

UNA EXPERIENCIA DE GUERRA...

“No comimos y no tomamos agua por una semana”

Luis A. Alvarado, es un ex combatiente de Malvinas, que le tocó ser prisionero de los ingleses.

Fotografía enviada por el entrevistado

Luis, actualmente vive en la ciudad de México, en el centro histórico. Tiene 53 años, es diseñador gráfico y da clases en dos universidades importantes de dicho país; UAM (Universidad autónoma de México) y Centro, cine y TV.
Tomaba mates en su sillón con sus tres perros que saca a pasear todos los días, según cuenta, en una sala que comparte cuando lo visitan sus amigos. Allí, se pueden observar sillas de distintos diseños. “Son todas diferentes, fabricadas en los años ‘70” –manifiesta.

Se mueve con la misma soltura con la que da clases. Viste una remera negra y un jeans oscuro. 
Eran las 12 horas en México, en primavera, con un sol que irradiaba el lugar, ya que su departamento es amplio y muy iluminado.


Una zona del departamento


Tiene una sala en la que guarda todos sus libros y proyectos de sus alumnos, la mayoría son manuales de la historia del diseño, una materia que le interesa mucho.

-       ¿Había escuchado algo de que iba a haber una guerra? ¿Lo veía como una posibilidad?

-       No, para nada, tenía 18 años, imagínate estar esperando que empiece una guerra… –queda pensando.

-       ¿Lo que escuchaban era todo bueno en ese momento?

-       Se empezó a escuchar una interna en la base aérea donde yo estaba de soldado, que iba a haber una operación que se llamaba “Malvinas”, nosotros (por él y sus compañeros), no sabíamos qué era. Había una actriz en esos años que se llama Malvina Pastorino, era la esposa de Luis Sandrini, uno de los cómicos más importantes de Argentina, entonces todos bromeábamos que íbamos a visitarla, no había una idea cabal de que iba a haber un enfrentamiento con Inglaterra. En marzo se confirmaron los rumores y ya todos sabíamos bien de qué se trataba.

-       ¿Qué día los trasladaron y cómo?

-       Primero nos llevaron a Río Gallegos en un avión. Fuimos con la idea de que íbamos a aterrizar en las Islas, estuve dos días pensado que estábamos allí, sin embargo, seguíamos en Río Gallegos. Nadie nos había dicho nada. Estuvimos alrededor de un mes ahí hasta que nos llevaron a Malvinas en un avión “Hércules”.

-       ¿Qué hablaba con sus compañeros al momento de partir?

-       Puras tonterías (risas), en general mis compañeros eran como yo, muy pocos tenían idea de qué era una guerra o lo que podía llegar a pasar. En el ambiente nadie pensó que Inglaterra iba a llegar con toda su flota, hubo mucha sorpresa, en realidad pensábamos que esto (la guerra) iba a durar tres o cuatro días  y ya se iba a terminar, no había mucha conciencia.

-       ¿En qué parte de las Islas estaba?

-       Llegamos al aeropuerto y estaba completamente destruido. La pista no estaba averiada, pero había pozos del tamaño de una habitación grande, hasta de aproximadamente tres metros de profundidad.

-       ¿Cuándo empiezan a enterarse que iba a haber un enfrentamiento cuerpo a cuerpo? ¿Qué se pregunta un soldado de 18 años en esa situación?

-       Eso se fue enterando después, la gente de fuerza aérea no teníamos enfrentamientos así porque abastecíamos unos cañones antiaéreos  que estaban en la pista de aterrizaje. Los combates más fuertes lo sufrieron ejército y parte de marina, si hubieron balazos a 100 metros de distancia por parte de aérea, pero a mí no me tocó eso.

-       ¿Cuándo se da cuenta que perdieron y eran rehenes de los ingleses? ¿Cómo era el tema del idioma?

-       El día que nos hicieron entregar el fusil, ahí nos dimos cuenta que realmente se había terminado todo y eso fue ya oficializada la guerra, los ingleses nos hacen firmar la rendición, entregar los fusiles y nos llevan a una isla donde está la plancha de aterrizaje, ahí ya no teníamos armas, ni comida, ni agua. Alrededor de siete mil soldados se calculaba que había. El tema del idioma fue bastante difícil porque ninguno de nosotros hablaba inglés, entendíamos dos o tres palabras, era todo gesto y ninguno de ellos hablaba español. Igual nos comunicábamos a través de señas, había maneras.

-       ¿Cuánto tiempo los tuvieron prisioneros?

-       Estuve como una semana en varios lugares. El más terrible fue una especie de galpón de ferrocarril, donde éramos trescientas personas en un espacio muy pequeño.

-       ¿Les daban de comer? ¿Cómo los trataban?

-       Eran bastante serios… Lo de la comida fue un desastre, no comimos y no tomamos agua por una semana. Un compañero pudo conseguir una lata de duraznos y tomábamos el líquido. Para mí fue lo más rico en ese tiempo.

-       ¿Cómo continuaste tu vida?

-       Y… estoy en México, algo raro (risas). Ahí (en Malvinas) me di cuenta que hay que pensar un poco más, hacer las cosas que a uno le gusta, estudiar y no ser tan “pajarito” como cuando me llevaron. Si hubiera sido consciente de lo que iba a pasar, me hubiese escapado.

-       ¿La guerra tuvo influencia en la decisión de ir a vivir a otro país?

-       Sí, me cambió la cabeza en muchas cosas, decidí terminar una carrera universitaria que me gustaba, me hizo interesar más por la historia y por la geografía. Lo que rescato de allí es que fue una buena oportunidad para darme cuenta que había cosas que cambiar.

-       Las comidas y cartas que mandaron las familias, ¿llegaron?

-       No, nunca llegaron –concluyó.

Realizada por Camila Butassi, estudiante de Periodismo


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